La embarazada del viento

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 Mamá, me perdonará lo que le voy a decir,

                                     

que yo me acosté a dormir y desperté embarazada.

                                       

Yo no sé de quién será, hombres yo no he conocido;

                                      

esto a mí me ha sucedido sin tener ningún intento,

                                  

creo que será un mal viento que al despertar he tenido;

                                   

creo  que será un mal viento que al despertar he tenido

Hija, tú no me haces creer ni por tu ciencia marina,

es que sólo a la gallina el viento la hace poner.

No ha nacido la mujer que para de un huracán;

sea de Pedro, sea de Juan, yo lo saco por la cara

y es de más que me negaras, yo sé los que a casa van;

y es de más que me negaras, yo sé los que a casa van.

Por fin se llegó ese día de la hija dar a luz.

Se parecía a Jesús, en las narices, la cría;

en el pescuezo a Isaías y en la boca a Crispiniano,

y en los ojos a Luciano, en los cachetes a Juancho,

y en las orejas a Pancho y en el pelo a don Asiano;

y en las orejas a Pancho y en el pelo a don Asiano.

Empezó este niño a andar, cambió de otro parecer;

se parecía a Daniel y en lo alto a Eliazar,

en la rodilla a Pilar, y en lo pando a Simeón.

Por tanta comparación vino su madre a creer

que su hija era la mujer que paría de un ventarrón,

que su hija era la mujer que paría de un ventarrón.

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